En el caso particular de los niños, la pérdida de una mascota, sus abuelos, hermanos o padres puede terminar en un trauma futuro.
La pérdida jamás se contempla, y mucho menos cuando se trata sobre bebés, sobre el duelo perinatal. Este tipo de duelo es aquel por el que pasan las familias donde fallece un hijo durante la gestación o al poco tiempo de haber nacido.
Es un momento fuerte y doloroso, que es difícil saber cómo transitarlo o qué hacer en esos momentos.
El tiempo que necesiten para elaborar este proceso de duelo debe respetarse ampliamente, ya que deben atender y reconocer su necesidad de dolor. En la pareja, cada uno llevará el duelo de forma distinta, con sus diferentes necesidades, tiempo y forma.
Aunque también es importante compartir el proceso de duelo en unión, como pareja, donde se requiere un esfuerzo de comunicación, comprensión y empatía por parte de ambos, además de ofrecerse todo el apoyo que puedan.
Este tipo de duelo reúne varias características que lo distinguen de otro tipo de pérdidas; por un lado, están los sentimientos de pérdida y fuerte dolor, procesos inherentes en estas situaciones, pero, por otro lado, llega el dolor por perder la oportunidad de ser padre o madre, de perder este rol y varias ilusiones futuras que se forman durante el embarazo.
En el caso de que los progenitores sean jóvenes, suele suponer un primer contacto con el fallecimiento y conlleva a una falta de experiencia emocional al sobrellevar el duelo.
Asimismo, se puede encontrar una contraposición entre el apoyo y la validación social durante los meses de embarazo, así como el vacío social que se siente cuando ocurre la pérdida, puesto que ya no se les considera padres ni al bebé en persona.
Sin embargo, no se puede medir el dolor que experimentan los padres en este momento; desde el momento que se conoce la noticia del embarazo, se inicia una transformación a nivel cognitivo, social y emocional. Es por estas características que es tan complicada y dolorosa esta pérdida.
Ante la partida física de un bebé, lo más importante es buscar apoyo de todo tipo: familiar, de amigos y profesional. Contar con personas que los apoyen de forma adecuada es muy positivo.
Esta es una oportunidad para hablar de ello, desahogarse (si así se desea, tampoco deben obligarse a hablar si no quieren) y sentirse apoyados ante esta situación, para lograr sobrellevar el duelo de forma sana.
Por otro lado, la información es de mucha ayuda: haz todas las preguntas que surjan y necesiten, contacten a distintos profesionales de salud para entender y resolver dudas de lo que ocurrió, además de despejar miedos sobre una nueva concepción.
Asimismo, dense la oportunidad de sentir y actuar, de elaborar el duelo como debe ser. Es importante legitimar el propio dolor, permitirse llorar y darse el espacio y tiempo necesario para aceptar las reacciones, pensamientos y emociones que aparezcan.
También es buena idea expresar los sentimientos a través del arte o la escritura, hasta compartir lo que se crea con gente más allá de los vínculos cercanos o familiares.
Asistir a grupos de apoyo o con tanatólogos es una excelente idea. Estos son espacios donde se ofrece orientación y apoyo emocional para progenitores que han perdido a un bebé.
En estos lugares se pueden compartir experiencias, vivencias y emociones para sentir y poder recuperarse a su tiempo.
Despedirse con algún ritual conmemorativo es de mucha ayuda, aunque no hayan dado un certificado de defunción. Estas ceremonias son de mucho apoyo para los padres que han sufrido la pérdida, para honrar, integrar y vivir con amor la memoria del bebé.
Suena difícil, pero con la ayuda necesaria y paciencia, se puede ver el fallecimiento con un enfoque más activo, con tareas que se pueden llevar a cabo para apoyarse, tales como:
No hay un único modo de sobrellevar el duelo, pero sí que es importante el permitirse el tiempo que se necesite para poder sobrellevarlo a su propio ritmo.
La meta no es olvidarse del bebé, sino que se debe poder seguir viviendo con el recuerdo, aunque sea muy doloroso, ya que irá transformándose hasta volverse un dolor calmado que se adaptará a su día a día, continuando con la vida.