El duelo es una de las experiencias más dolorosas y tristes de la vida, que todos los humanos deben pasar por ella alguna vez.
“Toda experiencia de pérdida, nos conduce a un trabajo para ir elaborando un camino hacia un duelo, en la teoría psicoanalítica (Freud, 1915); nos dice que el duelo implica retirar los enlaces libidinales y conexiones placenteras que hasta este momento se mantenían unidos del sujeto al objeto que se perdió”.
Redefinir mi historia
Redefinir para poder avanzar y no perderse en la melancolía del recuerdo: será el reto de cada día.
Necesitamos, siempre que experimentamos una pérdida de cualquier índole, es imperante saber que se atravesará un tiempo de reflexión, de estar con nosotros mismos y para uno mismo; darnos cuenta que sucedió, será necesario replegarnos un tiempo, en este encuentro a nuestro interior; mirar estas realidades de la existencia, como el ser finitos, saber que nuestros días están contados en esta tierra y que todos compartiremos el mismo destino, el fin de nuestra vida y el término de un ciclo.
Desde que miramos nuestra naturaleza humana, estamos en la tierra pisando firme y sabiendo que hoy estamos vivos, nuestro corazón late, se conmueve, sufre y goza día a día.
Mirar me hace fuerte
Cuando experimentamos una pérdida, tocamos un vacío, donde la oscuridad está presente; al principio, en esta negación de nuestra realidad. Nos cuesta darnos cuenta de este fin y comienzo de una nueva historia donde desde hoy será diferente.
Experimentamos ese coraje, esa ira, fruto de vivir una pérdida, de una historia que ya no será la misma. Nos dolemos por este presente, pues hoy no está más esa persona o situación de vida, todos los planes, proyectos y anhelos no aparecen en el hoy de nuestro existir.
Quizás nuestra identidad esté en juego… ¿Quién soy ahora? ¿Cómo seguir sin escuchar esa palabra que me animaba?
Negociar esta realidad, pensando en que quizás algo mágico suceda y mañana habrá un nuevo despertar donde todo será como antes, es hundirnos cada vez más en la desesperanza, pues día a día nos daremos cuenta que esto es imposible y solo en un sueño se podría vivenciar de nuevo.
El dolor entonces se hace presente al darnos cuenta que el pasado es un recuerdo lleno de melancolía y el futuro lo esperamos lleno de ausencia, entonces tocamos de nuevo esta oscuridad.
Sin embargo, la ausencia denota la presencia.
Cada día esa ausencia de la persona o situación que no está más presente en nuestra vida, el trabajo que se perdió, la salud precaria o alguna otra situación donde se pierde algo que necesitamos, nos conduce al camino de redefinir y resignificar nuestra historia encontrando así una posibilidad para la esperanza.
Desde la oscuridad miramos la luz.
Una pérdida nos lleva a tocar un vacío lleno de melancolía y desconcierto, pues ahora ya es diferente, la oscuridad es este espacio donde tocamos un fondo de dolor y, al mismo tiempo, justo en ese instante el impulso de salir hacia la luz, pues cuando más oscuridad se percibe, más cerca está el amanecer.
Despertar a una nueva realidad.
Es experimentarse cada vez más ligeros, con menos cargas, pues solo así podremos encaminarnos a la luz que nos conduce de nuevo hacia la vida. Lo denso, lo pesado, lo difícil… como las culpas, el desconcierto y la melancolía, lo que pudo ser; desaparece dando paso a lo ligero, a lo liviano y fácil.
Este proceso de autodescubrimiento me lleva a experimentar un autocuidado donde yo soy el protagonista, mi historia y yo tal como ésta es. Pues me doy cuenta que así es perfecta.
Crear realidades armónicas.
Desde hoy, después de atravesar por esta oscuridad, ahora podemos mirar por fin la luz que nos conduce a nuevas posibilidades; quizás se llame aceptación, retomo al camino integrando esta historia de vida, llena de experiencias y vínculos amorosos, luces y sombras son parte de lo vivido. Me doy cuenta que la historia es perfecta.
El amor me conduce a la luz.
Ante el recuerdo, la fuerza a través de la presencia, la memoria y el pensamiento.
Cada momento vivido representa un recuerdo; añorando y anhelando lo que hoy ya no está, necesitamos darnos cuenta que si se extraña es porque lo tuvimos y quedará en nuestro ser para siempre.
Es entonces el momento de dejar ir, ¿Qué necesitamos dejar ir para avanzar en el camino de la vida?
El término muerte-fin se conecta quizás con un dejar ir y, ¿qué es lo que dejamos ir? Será necesario saber que lo que dejaremos ir es lo denso, lo pesado, lo difícil.
Tomate tu tiempo para reflexionar y darte cuenta que es en tu vida lo denso, lo pesado y lo que no te deja avanzar.
Lo que necesitas dejar ir es la duda, la culpa y el miedo. Toma estos sentimientos, míralos, reconócelos y dales un lugar en tu alma, es suficiente, ahora es tiempo de dejar ir.
Seguro habrá un vacío después de dejar ir, este vacío es la puerta hacia un nuevo comienzo, solo que ahora caminarás más ligero, lo fácil, lo liviano, lo que construye, una realidad armónica en tu vida ahora llena este vacío; la luz y la esperanza están presentes, ya somos capaces de iluminar de nuevo el camino hacia la vida.
Construyamos intenciones y pensamientos que nos lleven a tener sentimientos que atraigan energías de amor y consuelo para nuestra vida. ¡Sí es posible! Si atravesamos este proceso mirando la oscuridad, pues desde la oscuridad miramos la luz.
Una pérdida nos conduce a un proceso llamado duelo y es en ese instante cuando vivimos nuestra oscuridad; después de este proceso mi historia se convierte en una experiencia que construye una realidad benéfica en mi vida, llena de armonía y consuelo.
Para seguir en la vida, nuestra tarea será mirarnos, reconocernos y honrarnos en esta historia para mirar la luz de este nuevo comienzo.